sáb. Nov 23rd, 2024

Por Felipe Vega, fundador y director de CECANI LATAM, empresa de capacitación para asociaciones civiles y otras figuras no lucrativas.

Creemos en el efecto mariposa, en la capacidad de que una pequeña acción como el aleteo de un insecto puede desencadenar grandes cambios en otro hemisferio por su efecto multiplicador. Esa convicción es la que alienta la filantropía a nivel mundial.

Ahora asumimos como cierta otra premisa: para quienes viven en la pobreza, la terapia puede tener beneficios más allá de la salud mental. La terapia cognitivo-conductual también puede mejorar la salud física y los resultados económicos.

Todo inició al probar el impacto de la psicoterapia en las comunidades pobres de Ghana en el Laboratorio de Investigación de la Pobreza Global de Kellogg.

Aunque gran parte de la política de desarrollo se centra en la capacitación en habilidades y el acceso al mercado, la salud mental no se aborda en muchos contextos de países en desarrollo.

Sin embargo, se generó un estudio para implementar la terapia cognitivo-conductual (TCC) en hogares de bajos ingresos en Ghana. Se trata de un enfoque psicoterapéutico establecido para la depresión, ansiedad y otras afecciones que implica ayudar a las personas a reconocer y abordar las “distorsiones cognitivas” que influyen en la forma en que interpretan y reaccionan a los eventos, junto con la toma de acciones estratégicas para resolver problemas.

En general son creencias negativas sobre el talento, valía o perspectivas futuras de uno que inciden en mala salud mental y física. Y, por ende, afectar negativamente a los resultados económicos.

La TCC mejoró la salud mental y física autoinformada, así como los resultados económicos y las habilidades cognitivas. La TCC está diseñada para la depresión, pero también puede ser beneficiosa para aquellos que luchan con el estrés de vivir en la pobreza, lo que para algunos conducirá a la depresión.

El programa incluía módulos sobre la promoción del pensamiento saludable, la resolución de problemas en el hogar y el trabajo, el manejo de relaciones y el establecimiento de metas. Por ejemplo, los participantes aprendieron a no obsesionarse con temas específicos o asumir como catastróficos algunos acontecimientos.

Quienes recibieron TCC informaron haber perdido menos días de trabajo debido a problemas de salud que el grupo de control. Además de 10 por ciento menos de probabilidades de tener cualquier angustia psicológica y 24 por ciento menos de probabilidades de tener angustia psicológica grave, 11 por ciento menos de días al mes con mala salud mental y 20 por ciento menos de días con mala salud física.

También mejoró el rendimiento cognitivo de las personas.

El acceso a la terapia de salud mental no siempre está en el centro de los esfuerzos contra la pobreza. Pero los resultados de este estudio son un llamado a un cambio importante en la actitud.

Presuponemos entonces que un significativo aporte en la salud mental incide en una mejor salud corporal y logra impactar el desarrollo cognitivo involucrado en la generación de oportunidades y riqueza.

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