mar. Oct 14th, 2025

Por Redacción:

Ciudad de México.- Mucho se habla de “tener vocación”: sentir un llamado, una inclinación hacia una forma de vida o de trabajo. Pero pocas veces se reconoce que se espera este descubrimiento demasiado pronto, cuando apenas se tiene quince años. La realidad es que pocos jóvenes identifican su vocación a esa edad, y muchos terminan asumiendo como propia la de alguien cercano: un familiar, un amigo, o alguien a quien admiran.

Definir el rumbo académico y profesional no debería ser una decisión apresurada ni un salto al vacío, sino el resultado de un proceso de exploración. Sin embargo, la mayoría llega a ese momento teniendo apenas un test genérico como referencia y con opiniones externas que no siempre reflejan sus verdaderas habilidades o pasiones. Confundir un hobbie con una profesión, o una habilidad puntual con un talento, es más común de lo que parece.

Elisabet Marina, psicóloga española enfocada en la educación menciona como un factor crítico de abandono escolar, el sentimiento de culpa de haber elegido una carrera que no está alineada con los intereses personales. Esta elección no tiene por qué ser tan tajante, enfocada en éxito o fracaso, o en haber elegido “bien” o “mal”, lo ideal sería poder conocer de primera mano ¿cómo es aquello a lo que se pretende destinar años de esfuerzo? Experimentar de manera segura y que el tiempo invertido sea una suma de habilidades. 

La mayoría de las escuelas ignora este hecho y empuja a los estudiantes hacia una especialización temprana y cerrada. Elegir un camino sin haber probado diferentes opciones es arriesgado. De ahí la importancia de contar con un “laboratorio” seguro donde experimentar, equivocarse y descubrir fortalezas.

Las rutas de exploración profesional funcionan precisamente como ese espacio de experimentación, donde los estudiantes enfrentan proyectos y actividades que simulan los desafíos del mundo profesional, siempre con la guía de docentes y asesores, y un plan de estudios que haya sido diseñado con tales fines.

Como explica Abismael Reséndiz, director de Prepa Tecmilenio: “Explorar con guía convierte la curiosidad en decisiones informadas: los jóvenes prueban, comparan y eligen con mejores argumentos.” Ese acompañamiento permite que la incertidumbre se vuelva un aliado: un estudiante interesado en humanidades puede descubrir en la tecnología un espacio creativo, o alguien con inclinación por los negocios puede encontrar en la ingeniería una nueva forma de crecer.

Uno de los mayores beneficios de este enfoque es que evita tomar decisiones “a ciegas”. Al egresar, un estudiante debería contar con un portafolio de evidencias: proyectos, presentaciones, certificados y rúbricas que documenten su recorrido. Esa información no solo aportaría claridad para elegir una carrera universitaria, sino que también se traduciría en un perfil sólido e intercultural para procesos de admisión o programas internacionales. Algo a lo que todo estudiante, en nuestro tiempo, aspira.

Más allá de lo técnico, las rutas vocacionales fomentan competencias transversales clave en el siglo XXI: comunicación, trabajo en equipo, pensamiento crítico y solución creativa de problemas. Estas habilidades acompañan a los estudiantes sin importar el área de estudio o el camino profesional que elijan después. Conocer de primera mano diferentes áreas de estudio es una valiosa experiencia que muy pocas veces se da de forma planeada.

Un modelo ideal de desarrollo vocacional no se limita a “probar y decidir”, sino que incluye orientación, asesoría docente, ferias de proyectos y espacios de reflexión. Y si el interés de un estudiante cambia, poder ajustar su ruta sin perder lo aprendido.

Para las familias, este seguimiento brindaría tranquilidad a través de evidencias claras: retroalimentación de mentores, rúbricas de desempeño y la evolución de un portafolio personal.

En una etapa donde predominan las dudas, las experiencias prácticas ofrecen certezas. Explorar distintas áreas en la preparatoria permite llegar a la universidad con confianza y argumentos sólidos sobre las habilidades y preferencias que se tienen.

Al final, la exploración deja de ser un salto al vacío para convertirse en un proceso consciente y enriquecido. Se trata de transformar la curiosidad en descubrimiento, y el descubrimiento en un proyecto de vida.