mar. Sep 9th, 2025

Por Redacción:

Cada año, millones de estudiantes regresan a clases y con ellos llegan las compras de cuadernos, mochilas, uniformes y dispositivos electrónicos. Para muchas familias, es un gasto fuerte en la economía; pero rara vez se piensa en el costo ambiental que este ritual escolar representa.

Papel, plásticos, tintas, transporte y energía conforman una huella ecológica que se acumula año tras año. ¿Cuántos cuadernos se usan solo a la mitad antes de terminar olvidados en un cajón? ¿Cuántos litros de gasolina se queman en los traslados diarios a las escuelas? Si lo pensamos fríamente, el modelo educativo tradicional se parece más a una fábrica de consumo que a un espacio de aprendizaje integral.

Escuelas que contaminan mientras enseñan ecología

La paradoja es evidente: los niños aprenden sobre la fotosíntesis en aulas que gastan luz en exceso y con ventiladores o aires acondicionados obsoletos. Hablan de reciclaje, pero ven cómo sus materiales escolares se convierten en basura en cuestión de meses. Así, la escuela no logra ser coherente con los valores ambientales que intenta transmitir.

¿Qué propone el solarpunk?

El solarpunk no es una moda estética; es una visión de futuro donde la tecnología, la comunidad y la naturaleza conviven en equilibrio. Imaginemos escuelas con techos verdes que absorben calor y producen alimentos, paneles solares que reducen costos de electricidad, salones iluminados con luz natural y transporte escolar eléctrico.

La educación solarpunk plantea que los estudiantes no solo reciban información sobre la crisis climática, sino que crezcan en entornos que ya viven la solución. La escuela como un pequeño ecosistema regenerativo.

Dos ejemplos que nos inspiran

• La Escuela Sustentable en Uruguay (Canelones)

Construida con neumáticos, botellas y materiales reciclados, esta escuela genera su propia electricidad, recolecta agua de lluvia y produce alimentos en huertos. Los niños aprenden matemáticas al calcular la energía que producen los paneles solares de su aula. Allí, la educación y la sostenibilidad son inseparables.

• Escuelas solares en Rajastán, India

En zonas rurales donde antes no había electricidad, hoy las escuelas funcionan con paneles solares. Esto ha reducido la deserción escolar y permitido que los niños tengan acceso a computadoras, ventilación y agua purificada. Un ejemplo de cómo la energía limpia no solo ilumina salones, también abre futuro.

¿Y México qué espera?

Nuestro país tiene un enorme potencial solar, pero muy pocas escuelas lo aprovechan. Las políticas educativas siguen pensando en infraestructura gris —muros, techos y cemento— cuando deberíamos estar construyendo espacios verdes, energéticamente eficientes y coherentes con los retos climáticos que ya vivimos.

El regreso a clases debería ser la oportunidad para repensar la escuela como centro comunitario y ejemplo de sostenibilidad. Si seguimos formando a niños y jóvenes en instituciones que contaminan, estaremos hipotecando su futuro.

¿Qué podemos hacer como familias?

No necesitamos esperar a que cambie todo el sistema. Desde casa, cada familia puede tomar decisiones que marquen la diferencia:

• Reutilizar útiles escolares y cuadernos incompletos.

• Optar por mochilas y uniformes duraderos, no desechables.

• Compartir transporte o fomentar traslados en bicicleta o caminando.

• Hablar con las escuelas y exigir proyectos de eficiencia energética y reciclaje.

El futuro educativo no puede ser ajeno al futuro ambiental. Si queremos que nuestros hijos aprendan a vivir en un planeta habitable, debemos empezar por transformar su propio salón de clases. El reto está en manos de gobiernos, sí, pero también en la decisión cotidiana de cada familia. El regreso a clases no tiene que ser un regreso al pasado: puede ser el primer paso hacia una educación verdaderamente sustentable.

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