mié. Abr 2nd, 2025

Redacción

CIUDAD DE MÉXICO.- La lucha contra la obesidad en México ha sido marcada por medidas que, más que abordar el problema de fondo, parecen ser un campo de batalla ideológico. A pesar de la creciente regulación sobre los alimentos procesados, la obesidad y el sobrepeso continúan en aumento, dejando en evidencia que el enfoque actual no está funcionando.

Los recientes esfuerzos, como los estrictos etiquetados de advertencia y los impuestos a alimentos y bebidas, no han logrado reducir los índices de obesidad en la población, lo que plantea la necesidad de revisar la efectividad de estas políticas.

El experto en propiedad intelectual Oliver Galindo critica abiertamente las estrategias del gobierno mexicano contra la obesidad. Según Galindo, “la política contra la obesidad no es una estrategia basada en criterios científicos”, sino más bien una campaña cargada de ideología. Subraya que, en lugar de enfrentar el problema de manera integral, las políticas parecen ser más una manifestación de una lucha ideológica, “una manifestación del trasnochado sueño marxista de la lucha de clases”.

Esta visión, añade, se refleja en las acciones del gobierno de la Cuarta Transformación, que, según él, ha optado por castigar a la industria formal con impuestos y regulaciones severas, mientras que el sector informal, que representa más de la mitad del consumo alimentario, permanece sin control ni regulación.

Uno de los aspectos más problemáticos es que, mientras se ponen en marcha medidas que afectan principalmente al sector formal —como la reducción de los umbrales permitidos de azúcares y calorías y la regulación de la publicidad en medios—, el sector informal de alimentos sigue sin ningún tipo de control.

En las calles, en las esquinas y en las fondas, los antojitos tradicionales continúan vendiéndose sin los sellos de advertencia ni restricciones en la publicidad que enfrentan las grandes empresas alimentarias. Esto crea un desequilibrio, favoreciendo la venta de productos no regulados, lo que constituye una contradicción dentro de las políticas gubernamentales.

De acuerdo con estudios de la ENSANUT y el INSP, la obesidad en México sigue siendo un problema creciente. En adultos, la obesidad aumentó del 36.1% al 37.1% entre 2016 y 2022, mientras que en niños y niñas de 5 a 11 años subió del 33.2% al 37.3%. Estos datos reflejan la ineficacia de las medidas, que no han sido capaces de frenar el crecimiento de esta epidemia.

En este contexto, los sellos de advertencia, aunque bien intencionados, se han convertido en un instrumento que ha saturado el mercado sin lograr resultados tangibles. Como menciona Galindo: “En los datos más recientes, más del 70% de los productos en el supermercado ya ostentan al menos un sello, lo cual sugiere que el sistema dejó de diferenciar y empezó a saturar”.

Por otro lado, la reciente legislación que obliga a los fabricantes a obtener permisos por cada anuncio publicitario de productos con sellos de advertencia es un ejemplo claro de cómo la burocracia y las políticas restrictivas pueden ahogar la creatividad y la competitividad en la industria, sin que los beneficios para la salud pública sean claros.

“La nueva regulación exige permisos por cada anuncio, incluso en redes sociales, de productos que contengan sellos de advertencia. Una dinámica que hundirá la publicidad legal en el pantano de la burocracia”, señala Galindo.

En lugar de adoptar un enfoque punitivo, sería más efectivo involucrar al sector empresarial en la creación de soluciones sostenibles, como mejorar la calidad nutricional de los productos, fomentar hábitos saludables y, sobre todo, atacar el problema desde su raíz. El 57% del consumo alimentario en México proviene del sector informal, donde no existen regulaciones ni etiquetado, lo que agrava aún más la situación.

“La solución no está en demonizar a la industria formal ni en aplicar más regulaciones que se quedan en el papel. Es necesario un enfoque más integral, que considere las realidades del consumo y fomente la cooperación entre todos los actores del sector alimentario”, concluye Galindo.

La guerra contra la obesidad debe dejar de ser una lucha ideológica y convertirse en una campaña que realmente beneficie la salud de todos los mexicanos.

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