sáb. Nov 23rd, 2024

PULSO

 

Eduardo Meraz

La revuelta en la cual se encuentra Ecuador, es una demostración del poderío adquirido por los delincuentes, con la anuencia o sin ella de los gobernantes, sumada a la debilidad manifiesta de las fuerzas del orden.

También es manifestación clara del proceso exitoso en la “globalización” del crimen organizado, del cual las agrupaciones mexicanas se han distinguido por su empuje, sobre todo en América Latina, sin desatender otras regiones del mundo.

La debilidad no sólo del gobierno, sino del Estado ecuatoriano, debe de preocupar a todos los países del subcontinente. Actuar de manera aislada, sin una estrategia conjunta es equivalente  poner  remojar sus barbas.

En ese sentido, México debería encabezar los esfuerzos para impedir el dominio criminal en la vida de los habitantes latinoamericanos, pues son las organizaciones criminales asentadas en su territorio las que lideran a otras agrupaciones locales y han establecido “sinergias“ altamente rentables.

Como puede observarse el CO mexicano es profundamente “aspiracionista” y no solo ha ensanchado su mercado de tráfico de drogas. Se han vuelto empresas trasnacionales exitosas y, si bien han privilegiado la exportación, las trabas en Estados Unidos podrían impulsar el consumo local.

En México, el año ha iniciado con baños de sangre, sobrepasando con mucho el calificativo de “vandalismo” al cual lo quiere ceñir el mandatario totalmente palaciego, aun cuando se ha evidenciado la capacidad bélica de los cárteles.

La disputa del territorio nacional se ha extendido a más de la mitad del país -cuando hace dos años se hablaba de un tercio- y cada vez afecta a mayor número de familias, sin que por ello el habitante temporal de Palacio Nacional modifique un ápice su fallida estrategia.

El triunfo de Morena en los estados, se ha vuelto sinónimo de aumento en la criminalidad e impunidad. Y no estamos hablando de pirotecnia o politiquería; las propias estadísticas oficiales lo señalan.

Es cierto el descenso en el número de homicidios dolosos en 2022 y 2023, no tanto por la eficacia gubernamental, sino por la reclasificación en las causas de muerte; mecanismo usado durante la pandemia y, ahora, con los desaparecidos, en sus afanes de maquillar el desastre en seguridad.

En pleno proceso electoral y violencia creciente en los primeros días de 2024, los riesgos son mayores para los actuales y futuros candidatos. El asesinato reciente de tres de ellos, anticipa un escenario de intranquilidad y zozobra.

Los sucesos de Ecuador, además de sintomáticos del poder creciente del crimen organizado, reflejan también la debilidad de los gobiernos. Tendencia de la que México no puede excluirse.

Se necesita algo más que abrazos y no balazos. El voluntarismo del oficialismo mexicano, es equivalente a rendir la plaza. ¿A cambio de qué?

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

La aguerrida defensa de la ex fiscal de la Ciudad de México, Ernestina Godoy, habla más de temores de los defensores que de cualidades de la defendida.

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@Edumermo

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